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IGLESIAS CON HISTORIAS SINIESTRAS

Laureano Gomez Nurias • 29 de diciembre de 2023

IGLESIAS CON HISTORIAS SINIESTRAS

No hace falta recordarlo, aunque a menudo cueste asimilarlo: la muerte es inevitable. 

No hace falta recordarlo, aunque a menudo cueste asimilarlo: la muerte es inevitable. Sea cual sea el lado de las creencias y la espiritualidad en el que te encuentres, cada visión cosmogónica de ese paso ineludible, como contraparte de la vida, es válida. Los mexicanos celebran a sus muertos y, en cierto modo, les rinden culto. 


En Sulawesi, Tana Toraja, una de las más de 17.000 islas de Indonesia, los aborígenes entierran los cadáveres de los niños en árboles y una vez al año desentierran las momias de sus familiares y las pasean en un desfile. ¿Tétrico? Quizá, pero todo tiene un sentido y no son más que maneras de rendir un tributo, desde la vida, a los que ya no están.




En el siglo XIV la peste negra, considerada como una de las pandemias más desastrosas que ha azotado a la humanidad, cobró la vida de más de 50 millones de habitantes en el continente europeo. También fue denominada como la peste bubónica, ya que la enfermedad se manifestaba en la inflamación de los ganglios linfáticos de axilas, ingles o cuello y a esa hinchazón se le conocía como bubón. Cuando la pandemia comenzaba a menguar, los años venideros pintaban difíciles, pues era tal la cantidad de cuerpos que necesitaban santo sepulcro que los cementerios e iglesias no eran suficientes para albergarlos a todos.


En los años previos a la peste, las iglesias europeas contaban con cuartos designados para resguardar los cuerpos de los creyentes finados. Sin embargo, esos espacios fueron rápidamente ocupados con los restos hacinados de los caídos, cuando la enfermedad alcanzó su pico más alto. Por ello se originó una nueva corriente religiosa y artística, que básicamente consistía en decorar iglesias completas con huesos humanos y que continuó hasta el siglo XVIII aproximadamente.


A simple vista y en un plano general, puede que esta corriente arquitectónica luzca francamente tétrica. No obstante, surge de las circunstancias y de un contexto excepcional. Dado el alto número de muertes en periodos concretos en Europa por pandemias, epidemias y guerras, la Iglesia encontró en esta forma de decoración una respuesta para economizar espacio en el sepulcro de los creyentes.


Aun así, los huesos que decoran lugares santos fungen como un recordatorio de la fragilidad de la vida humana en el planeta y la existencia efímera de las personas. Por esa razón te presentamos el segundo osario más grande de Europa. 


El segundo osario más grande de Europa



A unos cuantos metros está la iglesia de San Jacobo o Santiago, pero lo sorprendente está justo debajo de ella. Se trata de los restos óseos de más de 50 mil personas, cuidadosamente colocados de manera artística para proyectar figuras y sombras… Cráneos que te miran profundamente sin ojos.


El osario de Brno es el segundo más grande de Europa, después del de París. Y, a pesar de que data del siglo XVII, fue descubierto en 2001, pero se abrió al público hasta 2012. Al descender por la escalera que conduce a las históricas catacumbas, la luz disminuye.



Las paredes, las columnas y los arcos se vuelven de hueso. Se dice que los restos fueron colocados debajo de la iglesia cuando ésta se quedó sin espacio para su disposición en el cementerio.


Los esqueletos hablan y, gracias a su pigmentación, relatan las causas de la muerte de quienes fueran sus propietarios. Los huesos amarillentos revelan que aquellos humanos perdieron la vida por el cólera, mientras que los rojizos fallecieron por causa de la peste.



El osario está dividido en diferentes salas y pasillos, apenas iluminados, que los visitantes pueden explorar. Uno de los puntos destacados es el corredor en forma de cruz, donde los huesos se han dispuesto de manera simétrica.

 


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